sábado, 3 de noviembre de 2012

¿De verdad ha muerto la filosofía? El Gran Diseño, de S. Hawking



Es sabido que la divulgación científica no goza de buena prensa (el propio término "divulgación" -esto es: "vulgarización"- es peyorativo) a pesar de que hay autores de prestigio (baste recordar a Asimov) que se han dedicado preferentemente a ella y que no faltan expertos en uno u otro campo que se deciden a compensar la extremada especialización de la literatura científica, tan esotérica, descendiendo de las nubes en que habitan hasta el plano plano en que vivimos los mortales comunes. Son pocos quienes pueden leer con provecho los "Principia" de Newton, pero muchos más los que son capaces de entender las obras de Galileo, por poner dos ejemplos remotos.
De entrada, debo decir que me parece encomiable el esfuerzo de un físico de primer orden, como lo es Hawking, quien desde hace ya muchos años y con muchos libros ha dedicado una parte no despreciable de su tiempo a informarnos a los profanos del estado actual de la física, la astrofísica y la cosmología. Creo que es obligación de cada cual el tratar de forjarse una idea lo más amplia posible del mundo en que vive. Eso incluye, desde luego, su medio físico, entendido tanto del modo más cercano como del más remoto. Mi pueblo y mi universo. Creo que fue Terencio quin dijo aquello de "homo sum et nihil humanun a me alienum puto". Pues bien, digamos nosotros: somos entes y nada que exista nos resulta ajeno. Por eso agradezco este libro que ahora me atrevo a comentar.
Muy a pesar de la segunda de las afirmaciones de los autores (v.g. "la filosofía ha muerto"), el forjar imágenes del mundo es asunto que le compete a la filosofía. Incluso para decidir que no debemos filosofar estamos filosofando, pues nuestra aseveración ha de ser apoyada con razones. Así pues, la frase "la filosofía ha muerto" no deja de ser una afirmación filosófica. También lo es la primera aserción que hacen los autores: "la hipótesis de un creador del universo es una hipótesis innecesaria". Y además de filosófica, también ella es innecesaria. En efecto, la más vieja aspiración de la ciencia es explicar cuanto hay con el sólo recurso de la razón humana. Ante el firme avance de la razón la teología debe replegarse. Cada paso adelante de la ciencia supone un nuevo alejamiento de la divina providencia. La acción creadora queda relegada a ámbitos cada vez más cercanos al límite, y en el límite está el límite. Si la teoría del Big-Bang surgió de científicos católicos para reservar una ocasión para que Dios intervenga, ahora será preciso que esta acción se retraiga un paso más: el creyente no puede ir más allá de suponer que el creador se ha limitado a garantizar las condiciones para que todo se inicie, pero el comienzo mismo ya está librado a las leyes ciegas de la Naturaleza. Así pues, laidea de dios se hace innecesaria, pero no se refuta. (Ahora me viene a la mente un aforismo de Nietzsche -perteneciente al "Ocaso de los Idolos", creo- que dice así: "...Una idea que ya no sirve para nada, que ya no obliga, una idea que ha llegado a ser inútil, superflua, por lo tanto una idea refutada..." Omito el final del aforismo para no decir algo que no quiero decir aquí).
La cuestión de los orígenes, la del creador, la ideación de imágenes del mundo, el determinismo, todos ellos son asuntos de la filosofía. Las tres preguntas que se formulan los autores al principio se parecen mucho a las archiconocidas "¿Qué soy? ¿De dónde vengo? ¿Qué me cabe esperar?". Pero en los primeros capítulos se esbozan otras cuestiones acerca de ls teorías científicas y su dinámica que han sido objeto de discusión entre los filósofos de la ciencia en el pasado siglo, desde los positivistas lógicos en adelante. Las tesis que al respecto exponen Mlodinov y Hawking se parecen mucho a las de T. Kuhn (véase "La Estructura de las Revoluciones Científicas") y a él remito a los lectores.
La cuestión de la interpretación de las teorías también reviste gran interés. Los autores se sitúan en un punto de vista que, creo, podemos calificar de realista moderado, muy cercano al de Popper. El realismo de Popper consiste en afirmar que, dado que las teorías científicas describen con éxito cada vez mayor número de modelos, entonces han de acercarse cada vez más a la verdad. Es cierto que en el libro se evita el término "verdad" (también éste es un concepto filosófico), pero los autores sugieren que hay teorías más adecuadas que otras para describir la realidad. Y después exponen la suya en términos bastante realistas. Por ejemplo, en un pasaje afirman que los físicos teóricos "se dieron cuenta de que habían dejado de lado" la decimoprimera dimensión en vez de decir que consideraron oportuno añadir una decimoprimera dimensión al espacio. A mí me da la impresión de que, por mucho que se nos quiera aparecer como un convencionalista, el científico siempre dejará aflorar un deje realista que debe de tener enraizado en los genes.
Quiero también llamar la atención sobre otro punto, seguramente marginal pero que a mí me interesa especialmente. Me refiero a la progresiva deshumanización de la ciencia. Uso la palabra "deshumanización" para forzar el paralelismo entre lo que Ortega denominaba "deshumanización del arte" (véase su obra homónima). Se trata del abandono de patrones antropomórficos en la explicación científica. Hawking señala el paso del primitivo geocentrismo al moderno heliocentrismo, y, coincidiendo con el siglo XX, la rápida transición a un posmoderno e irrevocable excentricismo. Tenemos que acostumbrarnos al hecho de que, en física al menos, el sentido común ya no basta.
El resto del libro es una exposición del estado actual de la física cuántica y de su aplicación a la cosmología. A pesar de los notables esfuerzos de los autores, la lectura es a menudo farragosa debido al nivel de abstracción que nos exige. En otras ocasiones, el texto es simplemente poco claro y quizá apresurado. En cualquier caso deja la impresión de que muchas de las explicaciones que ofrece son insuficientes. Con toda franqueza, ignoro si se podría haber mejorado o no. Para decidir al respecto sería necesario conocer la física cuántica, y yo la desconozco.
Hawking insiste en su idea del "principio antrópico", que él define como la idea de que podemos alcanzar conclusiones sobre las leyes aparentes de la física a partir del hecho de que existimos". Este principio lo usa no para resolver, sino para disolver la cuestión de por qué el universo es como es. Todos los universos posibles son reales y el nuestro es uno más. Por tanto, concluye, no tiene sentido postular un ser que haya diseñado las condiciones iniciales con el fin de dar lugar a nuestra existencia. Nuestro universo es necesario porque todo lo posible es real y viene a ser impulsado por leyes insoslayables. Sobra Dios.
Permítanme un último apunte. El capítulo final, en el que describe el "Juego de la vida", ideado por el matemático John Conway, contiene una inquietante sugerencia. Yo no voy a afirmar que este libro sea imprescindible (ninguno lo es), pero supongo que a nadie hará daño el leerlo. Léanlo.

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