jueves, 8 de febrero de 2018

Desventuras de "El señor de los anillos".

(Texto escrito el 25 de enero del 2011).



Las desventuras a las que aludo en el título resultan de comparar el relato de Tolkien con las películas de Peter Jackson. Me voy a permitir la libertad de considerar las tres películas de la serie como si fueran una sola. Espero que, a medida que se vaya desgranando este comentario, quede patente el profundo desencanto que me ha producido la casi interminable cinta de P. Jackson.
A estas alturas, creo que sobran los resúmenes, tanto de la historia del anillo como de la peripecia de Frodo. Desde luego, la película se mantiene muy fiel al relato. Excesivamente fiel, en mi opinión, pero solamente a la letra del relato, no a su espíritu, lo que la desvirtúa irremisiblemente.
A pesar de esta notable fidelidad, hay algunos episodios importantes que han sido eliminados. Quiero llamar la atención sobre el hecho de que La Comarca (el país de los hobits) parece un trasunto de la apacible Inglaterra rural, un espacio desmitificado, desencantado, muy diferente del resto de los escenarios en que se desarrolla la acción. La Tierra Media tiene dos ámbitos: uno profano (La Comarca), otro mágico (el inmenso resto). La frontera entre ambos es el Bosque Viejo. El paso de los hobits por el Bosque Viejo, su encuentro con Tom Bombadil y el episodio del Tumulario tienen su cabida en el relato, del que no forman parte, solamente para señalar tal frontera. El hecho de eliminarla no basta para dotar de encanto a La Comarca, sino que elimina el que debe encontrarse fuera de ella. Si no hay tránsito a una realidad posterior, no hay tal realidad. Sin iniciación no hay mundo mágico, solo huera fantasía.
La desafortunada racionalización de otros episodios contribuye igualmente a disipar el misterio del relato. En el paso del Caradhras, por ejemplo, la "larga mano del Señor Oscuro" queda reducida a una simple tormenta de nieve y un alud de hielo. Más tarde, cuando la recuperación del rey Theoden, un sutil juego de influencias psicológicas se resuelve con un vulgar exorcismo (¿no es esto una contrarracionalización?). Salta a la vista que la película está tan sobrada de recursos como ayuna de talento. Desde luego, no le sobró a quien tuvo la desafortunada idea de convertir la reaparición de Gandalf en Fangorn en una exagerada y cristológica transfiguración.
Tampoco acierta Jackson en la construcción de los personajes. Para empezar, el director y guionista oculta el protagonismo de Aragorn tras el de Frodo, y de paso los infantiliza a ambos cediendo, quizá, a las presiones de la infantocracia en que vivimos. En el relato de Tolkien transcurren nueve largos años entre la partida de Bilbo y la de Frodo. Nueve años desde la mayoría de edad de éste (y los hobbits tienen una infancia larga) en que ha tenido tiempo de madurar.. Frodo es ya un hobbit maduro cuando inicia su viaje, y a su madurez se agrega cada uno de los episodios que vive. Es pues, un personaje que crece, no el llorón que sufrimos durante todo el tiempo. Sólo de este modo se entiende que se le considere digno de embarcar en los Puertos Grises rumbo al Oeste.
En cuanto a Aragorn, ese desgreñado treintañero que se nos presenta, poco tiene que ver con el "viejo vigoroso" del relato de Tolkien. El personaje de Aragorn es el que peor trata y menos comprende Jackson. Un hombre que no crece en nueve horas de película, que se nos aparece con igual autoridad en la posada de Bree, en Rivendel o en Gondor, que duda demasiado y que es capaz de plantarle un estúpido beso a Arwen en la ceremonia de su coronación, no puede ser rey. Quiero que conste que no es el actor a quien critico, que tiene muy buenos momentos, sino a un personaje que no le hace justicia al de Tolkien. A fuerza de querer comprenderlo, Jackson lo ha trivializado. Otro tanto le ocurre a Faramir.
Hablemos tambien de los orcos. El director se empeña en entender a los orcos, lo mismo que ha tratado de entender al resto de los personajes. Pero entonces, los humaniza, dejan de ser orcos. Esto es lo que ocurre en la torre de Citrith Ungol. No son orcos los que pelean por los despojos de Frodo, son hombres muy malos, muy feos y muy tontos. Tolkien conocía el riesgo de individualizarlos. Lo hizo en El Hobbit porque se trataba, al menos en principio, de un relato para niños y en el presente episodio, probablemente el más flojo de todo el libro. Los orcos -siempre en plural- son pura masa, simple agregado aritmético. Solamente como masa tienen sentido y son temibles. Un orco no es un individuo, por eso se les puede matar. En consecuencia, el parto del Uruk Hai en las fraguas de Saruman no es mas que una burda concesión al espectáculo.
Con todo, lo peor de la película no está en lo que tiene, sino en lo que no tiene. O, mejor dicho, en lo que no tiene del todo. La constante sensación de pérdida, de cambio irreversible, de pasado que no se puede recuperar, vertebra no sólo este, sino todos los relatos de Tolkien. De ello depende su poder de fascinación. Sin embargo Jacson lo reduce a una sola frase en boca de Arwen: "mucho se perdió entonces", dice su voz en off al principio. Pero no necesitamos la película para que nos digan eso, lo que necesitamos es que nos lo muestren. El mundo de los Noldor se desvanece, pero Aragorn besa a Arwen, la última de los Noldor en la Tierra Media. Arwen renuncia a su inmortalidad de elfo para unirse al hombre, pero éste mancilla su decisión con un ósculo inoportuno. Aragorn conoce el amargo trance de Arwen y el fin a que se aboca. Tolkien lo narra en el apéndice, pero en espíritu es el núcleo central de su relato. La decisión de Arwen lo anticipa, y lo magnifica, mucho antes. Tambien Aragorn se ve engrandecido por ella y ha de saberlo. Sin embargo, el personaje de Jackson lo ignora. De este modo, el asunto que justifica todo el relato -y las nueve horas de película- queda en un tercer plano. No es extraño que toda la película se reduzca a una sucesión de monstruos y episodios. Mucho ruido y pocas nueces.

2 comentarios:

  1. Una de las cosas que más me dolieron (y me duelen) es el tratamiento de Faramir...

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